El turno de la espontaneidad: Los sueños a través de las palabras
enero 12, 2012
El escritor tomó su pluma y miró la musa de su corazón, con gran paciencia y sosiego como si escribiera su destino en tintas de oro kilate y sangre azul de unicornio, probando que su creatividad era de la realeza, que podía hacer más a través de esas letras. Con música suave de fondo: Giulio Parisi*(1) de los años 20. Sobre su escritorio muchos papeles y páginas infinitas; algunas ideas agradables, otras intentos fallidos, pero sin duda, de todo era capaz de escribir. La luz de su lámpara era naranja y muy tenue, tranquila, casi como preparada para el ambiente de pasión e ilusión entre el escritor y las palabras. Se decía que él cuando escribía se conectaba tanto con cada texto que hablaba solo con ellos, que cada personaje que creaba se convertía en su acompañante de turno, con el que hablaba y que a través de cada palabra respondía sus dudas y juzgaba sus faltas.
Si tuviera que describir tal acto, tal vez hubiera escrito «veo al escritor destilando sueños en una hoja de papel, plasmando sus amores, con su tintero y su pluma, de puño y letra armado, listo para crear una gran historia».
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Una mujer colgaba su ropa en un tendedero desde la ventana de su casa. Vivía en medio de edificios altos, todos muy parecidos que guardaban una historia singular. Algunas veces con colores distintos, la cúspide de esas construcciones se levantaban con esplendor entre la gran ciudad. En lo alto y en lo bajo, toda esa gente debía compartir o padecer los malos tiempos. Dicen por ahí que es mejor dar que recibir y ciertamente, aquellas eran pequeñas pero grandes personas porque colocaban aún por encima de su propio beneficio, el exclusivo beneficio de los demás. Ellos no necesitaban ser poderosos para el mundo, ni tener mucho dinero para valer algo ante la sociedad porque ellos tenían una ley: vivir cada día como si fuera el último; así aseguraban que sería el mejor día y ayudaban a su prójimo como si fueran ellos mismos... Cada segundo se convertían en mejores y mejores personas que convivían cada día con sus sueños.
*(1) Giulio Parisi, nombre ficticio.
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