«Pero yo no soy una escritora. Soy simplemente un ser humano en busca de expresión. Escribo porque no puedo impedírmelo, porque siento la necesidad de ello y porque esa es mi única manera de comunicarme con algunos seres, conmigo misma. Mi única manera.»
Las circunstancias hacen aflorar lo que eres. De cada cosa que sucede en tu vida aprendes. Si en tí hay cobardía sucumbirás, pero si eres valiente soportarás.
Las circunstancias que enfrentas no tienen el poder para detenerte, sólo tú tienes ese poder, y sólo tú decides si seguir adelante enfrentando todo lo que se te presente, o dejarte vencer. Las circunstancias y los problemas no duran para siempre, cuando resistas lo suficiente ellos se irán disipando.
Escribo por la misma razón por la que debo respirar, para subsistir. Quitarme las palabras es tal como que a un corredor se le priven sus piernas.
Imaginar esos períodos de tiempo en los que escribir y leer eran sólo una lejana fantasía, son casi inconcebibles para mí ahora. No puedo ni pensarme una vida donde sea, sin poder leer cada anuncio o publicidad en las calles, o sin poder escribir cada sonrisa, cada mirada, cada discurso o cada emoción capturada.
Vivir no es sólo recorrer las calles, mover el cuerpo hacia algún lugar, levantarte y abrir los ojos, no es sólo decir «aah, otro día». A eso me ayuda escribir.
¿Que por qué escribo alguien se pregunta?
Porque escribir me hace sentir la vida, y sentir la vida equivale a vivir.
Al final, todo se resume a que yo no soy lo que escribo, soy lo que tú sientes al leerme.
Cuando conocemos a alguna persona y venimos para convertirnos básicamente en una parte de su vida, se enciende una chispa de interés en ellos y en nosotros. Para conocer bien a alguien debemos saber sobre sus gustos y disgustos, sobre los temas que le interesan, sobre las cosas que le molestan, todo lo que sea necesario para no atravesar la línea que pueda crear incomodidad en la relación. Sea un amigo, una persona con parentesco familiar que no conocías, un nuevo vecino, algún compañero de trabajo o de estudios, alguien, quien sea, es necesario que conozcamos a esa persona si estará de algún modo incluido en nuestra vida y en nuestras actividades. Durante ese tiempo de conocerse, todas las cosas sobre ti le interesan, quieren saber algo sobre lo que haces, o sólo una pequeña cosa, insignificante, una pequeñita que les haga sentir que saben algo sobre ti que otros no saben. Eres interesante, eres un reto, eres alguien con un océano dentro que ellos quisieran navegar, o tan siquiera mojarse los pies con las olas a la orilla del mar. Eres misterioso, eres desabrido, eres inspirador, eres admirable, o lo que sea que seas; eres algo que ellos quieren descubrir qué es.
Pero llega el límite; nuestro minuto de fama en sus vidas ha pasado y quedan las páginas del periódico usado, vienen otros, y a veces nosotros nos involucramos tanto con esas personas que lo único que nos queda es lamentarnos. Con esos procesos he aprendido que hay que esperar lo mejor de la vida para no atraer cosas negativas que puedan derrumbarnos, pero estando a lo largo de mi existencia con tantas cantidades de personas he aprendido que no hay nada mejor que valorar nuestra preciada soledad. Debemos aprender a amarla, a sacar todo el provecho de ella, a proyectarnos, a inventar, a emprender nuevas cosas, debemos sacarle todo el jugo que podamos a ese limón que aunque a veces es muy amargo, nos da las herramientas necesarias para sacarle una fortuna. He aprendido que todos, absolutamente todos salen de nuestras vidas en algún momento. La única que permanecerá siempre, en todo momento dentro de nosotros es la soledad, y queda en nuestras manos convertirla en nuestra mejor o peor amiga.
Escuchando Radio Italia en casa este 24 de diciembre, viene un aire navideño especial. Hoy no tengo a las personas que me gustaría tener a mi lado, pero se cerró en mi vida un ciclo inane que tenía una y otra vez la tendencia a volver para nada más que sacudir mis muros. Entonces, la banda sonora de mi película empezó a sonar, y la protagonista entendió que definitivamente esto había terminado. «Perfetti sconosciuti» inició y verdaderamente entendí que es mejor justamente eso, ser perfectos desconocidos de las personas que sólo llegaron a nuestras vidas para dañarnos en algún punto del recorrido. Antiguos amigos de papel, viejos amores infructuosos, conocidos que mejor habría sido no conocer. Es mejor conservar la soledad, si la compañía de alguno te agobia.
Tener tu propio lugar y tu propio espacio para desarrollarte no es algo sencillo. Muchas veces las personas que están a tu alrededor son las que más te afectan. A veces la ciudad se te queda pequeña, las calles se te hacen muy cortas y las personas demasiado predecibles. De todos y cada uno de ellos casi pareciera que puedes leer sus mentes, como van a reaccionar ante ciertas situaciones, qué cosas dirán, hacia dónde dirigirán sus pasos o qué va a llamar su atención durante cierto recorrido.
La ciudad se te hace tediosa porque esperas algo más, un lugar al que llamar «hogar», un espacio que no te recuerde a personas desagradables, o uno al que puedas trasladar tus buenas memorias y recuerdos en el margen de algún faro o de alguna fuente.
Piensas en lo que perdiste y te das cuenta de que no fue demasiado y sin embargo te duele, pero intentas tomar las nuevas cartas en tus manos y barajarlas para realizar tus nuevas jugadas, y caminar lo mejor que puedas en función de cada nuevo día como venga, con sus vicisitudes y sus propias costumbres.
Este blog es sobre mi vida, sobre lo que me gusta y lo que no. Así como mi cabeza es un completo huracán de ideas, intereses y emociones, así lo es este espacio. Read More
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"¿No es espléndido pensar en todas las cosas que hay por descubrir? Simplemente me hace sentir feliz de estar viva, ¡es un mundo tan interesante! No sería ni la mitad de interesante si lo supiéramos todo sobre todas las cosas, ¿verdad? No habría sitio para la imaginación." —L.M. Montgomery.