El poeta —Taller de Literautas

febrero 08, 2018

Llevaba mi pequeño cuaderno debajo del brazo y un lápiz azul. Tenía la idea de que un día sería un gran escritor. Había escuchado a mamá hablar apasionadamente sobre los poetas y escritores de otras épocas, y de lo mucho que la llenaba de pesar que ya no los haya buenos en nuestros días: «¡la poesía se está muriendo! —Decía en tono alarmante- ¡el arte se está muriendo!». Yo soñaba con eso. Quería ser un gran poeta, sólo para que mamá estuviera contenta. Sabía que tenía talento, me lo decían mis profesores y maestros, decían que tenía «una capacidad innata para plasmar en el papel cualquier cosa que viera», que eso no todas las personas lo pueden hacer, y mucho menos a mi corta edad. Decían que yo era «el poeta» o «el pequeño escritor de Aken». Aún juego con los soldaditos de plástico verde, imagino escenarios en mi cabeza para cada uno de ellos, pero sólo son cortos momentos en los que pareciera que me encuentro muy cansado para escribir. A veces me siento anormal o muy extraño, porque los demás niños no piensan ni hablan como yo. Ellos la mayoría del tiempo me miran como si fuera de otra especie, y no lo entiendo, porque lo único diferente que hago es escribir un poco más de lo frecuente. Hace varios días estaba sentado en el jardín con mi cuaderno, leía un cuento corto que uno de mis maestros había dejado como tarea, cuando sobre la hoja se posó una gran mariquita que robó por completo mi atención. Intenté tomarla con un dedo pero se deslizó sobre el papel, después voló hacia una hoja del jardín cercana, la seguí dando saltitos, ella seguía escapando de mí y yo reía sin parar porque parecía que jugaba conmigo, yo era el gato y ella era el ratón. Luego se detuvo sobre una ramita, y allí se quedó quieta por largo rato. Sus vivos colores resaltaban con el sol de media mañana, contrastaba de forma perfecta con el verde manzana brillante de las hojas que la rodeaban. Tenía la impresión de que giraba danzando para lucirse, quería que la viera porque le había agradado nuestro juego.

—Imagino que te gustan mis colores —dijo ella risueña dentro de mi cabeza.
—Me gustan tus colores, el escenario en el que te encuentras, me gusta tu baile.
—Gracias. Los humanos son muy curiosos —respondió pensativa—. Siempre te he visto observándolo todo, me gustaría saber por qué siempre llevas esa tablita contigo.
—¿Esto? ¡Es sólo un cuaderno! No es una tabla. Aquí anoto cosas, escribo todo lo que se me ocurre.
—¡Vaya! ¿Y qué escribes?
—Lo que sea, no me gusta dejar escapar nada. Hace días vi a un mapache merodeando por el jardín, ¡ese ladrón enmascarado!, escribí sobre eso.
—¡El mapache! Lo vi mientras volaba por ahí —dijo jocosa—. Oye, quisiera hacerte una pregunta, quizás tú lo sepas.
—Pregunta, pregunta. Intentaré responder lo mejor que pueda.
—¿ Cuál es para los humanos el significado de la vida?
—No lo sé —le respondí—. Pero sé que todos los de mi especie viven intentando averiguarlo. La mayoría de nosotros muere y nunca logra saber cuál es. La mayoría de nosotros nunca logra nada precisamente por el afán de averiguar lo que se supone que en realidad debemos hacer.
—¡Qué extraño! Pensé que los humanos eran más inteligentes —respondió dudosa y decepcionada a la vez.
—Yo también, pensé que éramos más inteligentes. Yo aún soy muy joven, y no conozco muchas cosas, pero intento no ser como los adultos que están a mí alrededor. Ellos pretenden demasiado, pero saben muy poco. Yo utilizo la poesía para dejar algo, para algún día tocar la vida de alguien. Mamá siempre habla de los poetas, yo quiero figurar entre ellos también.
—¿Eso es lo que quieres lograr en tu vida?
—No, quiero lograr muchas más cosas. ¿Y tú? ¿Qué piensa hacer una mariquita como tú? —le pregunté.
—Nada. Nosotras ya somos y ya hacemos lo que se supone que debemos hacer. Somos mariquitas; volamos, comemos, nos reproducimos, y morimos. ¡Y eso ya es divertido!
—Entiendo. Tienes toda la razón.
Entonces mi mente hizo silencio otra vez; había llenado otra hoja de mi cuaderno.




Escena propuesta del mes:
«un relato que tenga como título "el poeta" o "la poeta"»

Reto adicional:
«que el personaje protagonista sea un/a niño/a pequeño/a»

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