¿Dónde están todos los que un día la amaron? Decía que quizás en otro estado, decía que quizás en un país diferente al suyo. Ella no veía rostros familiares, sólo conocidos sin sentido ni razón. Tenía el sueño de atravesar las paredes, paredes blancas y agobiantes, que en su cabeza parecían torbellinos de palabras mezcladas. Palabras que ya no tienen un significado, palabras que jamás debieron salir de ciertos labios. «Siempre estaré a tu lado, siempre seremos una familia, jamás te dejaré sola».
La comida entraba por la puerta todos los días a la misma hora, ella no necesitaba reloj para saberlo. A veces el plato venía acompañado de una penosa sonrisa compasiva, otras de una mirada cargada de lástima. Tomaba su plato y comía, era lo único que le correspondía hacer. A veces se negaba a abrir la boca, a veces ni siquiera las lágrimas le brotaban de los ojos, pero tenía una “bonita vista al jardín” a través del duro y frío cristal de una ventana. A horas de la tarde, por ahí alrededor de las tres o cuatro siempre, sin faltar un solo día, el cuarto estaba vacío. Salía a “pasear”, pero sólo la sostenían de un brazo mientras ella arrastraba los pies por el sendero adoquinado.
Si tenía mala suerte, esa tarde al finalizar su acostumbrada rutina de observar las hojas de los árboles mientras se mecían, la llevarían de vuelta respirando hacia su dormitorio. Pero si lograba tener suerte ese día, realmente mucha buena suerte, no volvería, se quedaría por toda la eternidad sentada sobre esa banqueta observando las hojas de los árboles mecerse. En su mente eso era todo lo que quería. Estaba cansada de sufrir el abandono. Ya no lloraba, quizás resignada, quizás ya habiendo asimilado todo en su interior, pero sí que estaba cansada. Personas extrañas eran su único apoyo, y a estas alturas ya no podía amarlas, porque esos lugares habían sido todos ocupados en el pasado, ocupados por personas que los derrumbaron dejando sólo ruinas dentro de ella.
Tenía esa extraña idea de que no había esperanza, además, de que su vida ya se encontraba en la recta final, pero no era así, sí había esperanza, y aún le quedaba mucho camino por recorrer. La carrera aún no había terminado para ella. Sin embargo, lo verdaderamente penoso fue que ella no pudo verlo, o no supo en realidad, y estuvo de día y de noche haciéndose la misma pregunta, una y otra vez. ¿Dónde están esos seres queridos? ¡¿Dónde?!
En su cabeza simplemente quedaba una sonrisa, un «mamá, te amo». Lo que ya no se le podía explicar era que su mente había cambiado para siempre, que se había ido así tan de repente, dejando lagunas y filtrando una que otra memoria por algún suceso en particular de ciertos días que detonara esos recuerdos. No se le podía explicar que esas amadas personas la habían abandonado en contra de su propia voluntad, que a veces las cosas ocurren sin una razón. No se le podía decir que hay abandonos que parecen más bien injusticias del destino, que ninguno las merece por más mal que haya hecho. No se le podía explicar a esta pobre en su desdicha, que esos que la amaron habían partido el mismo día que su memoria y su cordura la abandonaron.
Escena propuesta del mes:
«un relato que contenga la frase "el cuarto estaba vacío"»
Reto adicional:
«que comience con una pregunta y la última frase sea la respuesta»
«un relato que contenga la frase "el cuarto estaba vacío"»
Reto adicional:
«que comience con una pregunta y la última frase sea la respuesta»