Azul

julio 23, 2017

El viento batió sus cabellos en medio de un cálido día de verano. Valoraba el silencio, estar a solas consigo misma. La única compañera a la cual le regalaba largas horas era la naturaleza, sus paisajes, sus flores, sus amaneceres y atardeceres, sin ninguna duda.

Miraba sobre el horizonte a una gaviota que pescaba su merienda de las 5 pm. Intentó enumerar minuciosamente sus aleteos antes de que se sumergiera en el agua, pero resultó ser una tarea del ocio frustrada, cuando un niño de cabellos lacios, y ojos de azul profundo como el océano quebró su burbuja con un saludo.

—Hola —respondió ella, aún sin mirar al niño.

—¿Qué clase de ave es esa que ves?

—Es una gaviota, pequeño —dijo esta vez dirigiendo su mirada hacia a él, pero sin mostrar interés en su trivial conversación—. ¿Qué haces aquí solo?

—No estoy solo.

—No veo a nadie más aquí, a parte de nosotros dos.

—Yo vivo aquí.

—Mmm entiendo. Bueno, ya debo irme —dijo ella sin más interés en el pequeño niño misterioso—. Pero tú ya deberías irte a casa; está pronto a anochecer.

—No le temo a la noche. Pienso que la oscuridad no puede hacerte daño.

—¿Y por qué dices eso? —Ahora, por esa aura de misterio y de extraña madurez con la que había respondido el niño, ella se interesó ligeramente en él.

—Porque la oscuridad sólo es ausencia de luz. Si tú decides ser la luz en medio de esa oscuridad, ella no puede dañarte. Sólo camino por la orilla del mar, y me gusta batir el agua con mis pies —hubo una fuerte brisa que levantó la arena alrededor de ambos.

Detrás de ella las palmeras se estremecieron con muchísima fuerza. Giró rápidamente su cuerpo para observarlas: le habían causado una ligera impresión de que algo extraño sucedía. Uno, dos, tres segundos, luego volvió su mirada hacia el niño pero no estaba a su lado. El niño caminaba ya a lo lejos en la orilla del mar, mientras hacía blanca espuma con sus pies dentro del agua: parecía que flotaba en lugar de andar. Su cabello casi intacto, daba la ilusión de no ser movido por la fuerte brisa del mar; luego se perdió de su vista. Ella se quedó allí parada, sólo un momento más mirando hacia el horizonte. Aún podía vislumbrar a lo lejos un pequeño punto con algo en la boca. Era su gaviota que se iba hacia algún lugar. Miraba el hermoso atardecer, más claro que otros días y pensaba en el niño.


Entonces el viento volvió a batir sus cabellos.


...le trajo un susurro: «Hasta pronto».

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