No debo buscarla en libros, ni en imágenes, no debo buscarla en medio de mis cuadernos o en la punta de un lápiz cuando no me lo pide, no hace falta que revise mensajes o correos, ni que reviva sueños en mi memoria. No es necesario ver fotografías, o que vuelvan a vivir entradas antiguas, ni mucho menos que busque en el bolsillo de un anciano de 70 años con boleto del tren. Miré marcalibros, viejas dagas grabadas, armas de fuego antiguas de decoración y ya sin uso, una película de Narnia, e investigué sobre la inspiración.
Leí sobre los sueños, miré elefantes cantando en una sabana en lo que podría ser un paraíso, leí la letra pero nada me trajo una sola palabra a mi mente que pudiera escribir, nada nuevo. Una tarde sólo puse los dedos sobre el ratón y el teclado y ellos sencillamente empezaron a saltar como gotas de lluvia sobre el asfalto. Entonces se sació un poco mi necesidad de escribir y se quitó el ardor de mis manos... por ahora.