Mi siguiente parada se ubica en el sur del país, a miles de kilómetros de la colonia, en el estado Bolívar. Sin duda, el contacto total con la naturaleza es el mayor encanto de este lugar, con un excelente clima templado, con un promedio de 18°C/20°C.
Hermosas y fastuosas caídas de agua, acaudalados ríos, inmensas e imponentes rocas, tepuyes y formaciones con una antigüedad cercana a los 2000 millones de años. Gigantes de la naturaleza inigualables, únicos en su especie, capaces de dejar boquiabierto a cualquiera que los visite. Tierras en donde fácilmente puedes imaginar a dinosaurios andando por doquier.
Lugares en los cuales puedes estar de pie sobre una roca húmeda mientras el agua corre a tu alrededor —claro, si primero no te lanza al agua la fuerte corriente—, como estos «Rápidos de Kamoirán» en el idioma de aborígenes locales.
Otros como el «Kawi Merù», están conformados por piedras de jaspe y otras en tonalidades de diferentes rojos, cobrizos y naranja brillante, ricos en minerales, al igual que la «Quebrada de Jaspe».
Otro gran paraje turístico e histórico, lo es sin duda, el no poco popular Salto Ángel o «Kerepakupai Vená», desde el Auyantepuy, que desprende el salto de agua más alto del mundo. Al mirar la cúspide de esta gran cascada te sientes parte de algo más grande, aunque suene como un absurdo chiclé.
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