A lo largo de los años con mi propia experiencia, a pulso de falla y corrección, he podido aprender algo que pienso es básico en toda relación interpersonal: la retroalimentación. También llamada retroacción, realimentación o feedback, en inglés, no es más que una poderosa herramienta para transmitir un mensaje de manera efectiva a uno o varios receptores, y la capacidad de desarrollar fluida y coherentemente una conversación, con el uso correcto de nuestro conocimiento en diferentes áreas.
Pero no nos enrollemos demasiado, mi pregunta es: ¿qué tipo de feedback esperamos con las personas que nos rodean?
Debido a cientos de razones en las cuales no pienso ahondar ahora, nuestra retroalimentación con los demás se ve afectada diariamente, y, como decía al principio, por causa de mi propia experiencia —sazonada con déficits en el área de la comunicación verbal—, he podido identificar un patrón con dos fallas casi imperceptibles en su estructura, pero que hacen que nuestra comunicación con las demás personas se deteriore con el paso del tiempo: la falta de interés y la falta de esfuerzo. En otras palabras, la soberbia y la pereza.
Parece exagerado decir que somos soberbios u orgullosos cuando sencillamente no tenemos tiempo para dedicarle a nuestras relaciones interpersonales, pero si vemos el trasfondo, justo eso es lo que expresamos. ¿Por qué si estamos tan ocupados, en algún momento de descanso de todo el ajetreo —que siempre lo hay— no cultivamos nuestras relaciones? ¿Acaso son más importantes nuestros propios deseos, nuestras propias metas, nuestra satisfacción personal o nuestro propio tiempo, como para invertirlos en alguien más que no seamos nosotros mismos? Buena pregunta, ¿no es cierto?
Ahora, si nos esforzáramos un poco más en tener relaciones saludables con nuestro entorno, ¿estas no mejorarían progresivamente? Debemos admitir que a nuestro alrededor hay personas que hacen el esfuerzo por acercarse a nosotros para crear un vínculo, pero que nosotros muchas veces por miedos e inseguridades nos coartamos, levantamos fortalezas y murallas impenetrables para ellos. Nuestro problema es no querer esforzarnos para mantener una relación que podría de algún modo dañarnos en el futuro. Perdemos el interés e inevitablemente, en algún punto, terminamos solos.
Por eso, pienso que es de suma importancia cultivar nuestras relaciones interpersonales. Los seres humanos fuimos hechos para crear vínculos valiosos con otras personas, por algo nacemos en una familia, esa es nuestra primera escuela.
Invito a mis lectores a abandonar todos sus miedos, a derribar fortalezas mentales y emocionales, a abrirse a un nuevo mundo de posibilidades, de perdurables y verdaderos amigos, de esa persona especial que esperan para compartir su vida, ¡son innumerables las opciones!, y los límites solamente los ponemos nosotros. Ese es mi consejo, abraza los cambios, ábrete al mundo pero elige bien.