Volvieron esas emociones que me hacen sentir un poco miserable. Estoy mirando sin mirar y andando sin andar. He terminado mi labor por la tarde y mis pies han complacido a mi mente; era de esas tardes en que nada ni nadie me importa, en las que el cuerpo me pide dormir pero mi mente me ruega seguir, caminar hacia ningún lado; quiere dispersarse, no pensar en realidad, pero es lo que más hace, con unas ganas insaciables de embriagarse con música triste.
Sola. Antes de conocer a esa persona estabas muy bien contigo misma y feliz con tu soledad, ahora que ha llegado y se ha ido no logras explicarle al mundo tus emociones y porqué razón todo en tu vida ha cambiado, ahora te planteas la distancia, y a veces no entiendes porqué si se supone que estás con alguien te sientes tan pero tan sola. Ahora tu soledad no es la misma de antes, es como una camisa vieja que con el tiempo aborreces, a pesar de que cuando era nueva disfrutabas usarla. Ahora tu soledad no reluce, no te atrae, no te engulle en sus ilusiones ni te invita a soñar, no te enamora, no te encanta; al final la odias, la detestas, te produce miedo y te aterra, ya no quieres mirarla. Ahora caminas y caminas y te encuentras en un círculo asqueroso lleno de malas intenciones, tu mente no se dispersa, se hunde más profundamente, ya no puedes hallarte entre ese mar de gente. No eres tú, ya no eres nadie.
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«Una persona puede sentirse sola aún cuando mucha gente la quiera» — Anne Frank.