Se trata del recorrido, no del final

marzo 03, 2014

Muchas personas dejan toda la emoción y la presión al destino del viaje. Este viaje puede ser uno que realices a la montaña, a la playa, a tu ciudad de ensueño, o ese viaje al que llamamos vida.

Erróneamente pensamos cuan emocionante será «llegar» a ese destino que se dibuja en nuestra cabeza como algo maravilloso. Hacemos las maletas creyendo que al llegar todo el estrés de la planificación valdrá la pena. Subimos al auto o al avión con la imagen en la cabeza de lo maravilloso que será ese lugar al que planeamos ir. Llegamos al hotel con las inmensas ganas de soltar las maletas para salir a dar una vuelta pero nos damos cuenta de que por alguna extraña razón no han desocupado la habitación que ya hemos pagado. Es en ese momento donde nos amargamos la conciencia pensando que tendremos que postergar los planes un poco y esperar en el living del hotel, y tristemente durante todo el camino no nos detuvimos a pensar en lo azul que estaba el cielo, o en el hermoso panorama que el camino nos estaba ofreciendo porque estábamos muy ocupados deseando llegar.

Dejamos de lado muchas cosas hermosas como las nubes blancas que habían en el cielo, el grupo de aves que emigraba o el verde bosque que pasamos al lado de la vía. Dimos por sentado el sol, las piedras, la calle, las plantas, los árboles y las flores porque son cosas que «siempre están ahí».

Repetidas veces así es la vida. Olvidamos valorar lo que tenemos y olvidamos apreciar lo que nos rodea. Damos por sentado la presencia de nuestros padres, creyendo que siempre estarán a nuestro lado y no les retribuimos lo suficiente todo lo que han hecho por nosotros, hasta que un día inesperado, ya no están más.


Estemos solos o acompañados durante nuestro viaje, sólo tendrá sentido si somos capaces de cerrar nuestros ojos y soñar despiertos, si empezamos a valorar todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Habrán algunas personas que harán de tu viaje algo más interesante y ameno, incluso, a veces sólo es necesario que una sola persona esté a tu lado para empezar a creer que todo vale la pena.



Hay períodos en los que olvidamos disfrutar de todo el trayecto y nos perdemos lo mejor de la vida; por lo que realmente estamos aquí: para abrirnos paso y andar, no para llegar a un lugar y quedarnos estáticos. El destino es sólo la materialización de nuestro esfuerzo, el logro, el éxito, la remuneración por nuestro trabajo.

Subestimamos a la felicidad creyendo que sólo la obtendremos cuando llegue el título universitario, el dinero, el trabajo, el auto, la casa y la familia. Es cierto que con la estabilidad económica y social llega la satisfacción por haber logrado lo que marca la pauta en la sociedad y esto a su vez contribuye con la felicidad, pero también olvidamos que la felicidad son esa serie de sucesos que nos van arrancando sonrisas a lo largo del recorrido y que se quedan para siempre en nuestra memoria.

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