Sulla Strada: internet

En la nueva era muchos hemos abandonado las actividades al aire libre para aferrarnos al Internet y a sus ofertas —y digo «hemos» porque yo también me declaro culpable de dicha acción—. Recuerdo la etapa en la que con tantísimo tiempo libre podía pasar de 4 a 6 horas frente al monitor de mi computadora. Lo cierto es que como muchísimas cosas en el mundo, usar el Internet tiene su lado positivo y su lado negativo.

La cantidad de información que corre por las venas del Internet resulta una fuente muy útil que para la mayoría de las personas ha suplantado a las enciclopedias. El lado negativo es que también existe el fácil acceso a información dudosa y malintencionada, sobretodo si se habla de menores de edad.

El uso del Internet puede resultar un problema para muchos niños que acceden a páginas que extraen datos personales y de ubicación. También el abuso del mismo puede traducirse en problemas de salud como diabetes y obesidad, debido al tiempo que niños y jóvenes invierten sentados sin realizar alguna actividad física relevante o consumiendo alimentos que aumentan las cantidades de azúcar en la sangre.

A pesar de eso no descarto lo beneficioso que ha sido el Internet para muchos de nosotros. La llegada del Internet ha abierto las puertas a muchos medios de comunicación, ha ayudado a la expansión y promoción de empresas, ha generado empleos, y ha construido un gran puente entre personalidades del mundo artístico —locutores, cantantes, músicos, actores, etc— y nosotros, los que absorbemos su trabajo. Esta plataforma se ha convertido de una u otra manera en un catalizador de escritores, pintores, fotógrafos, y diseñadores, de personas del mundo del espectáculo que inician su carrera en medio de reflectores y muchas veces escándalos. Muchas cosas malas han sucedido a través de esta plataforma, pero por otro lado muchas cosas buenas. Por ejemplo, gracias al Internet tu estás leyéndome ahora. Esta oportunidad ninguno de nosotros la tenía hace sólo pocas décadas.

En conclusión, el Internet se ha convertido también en una de las más grandes ironías de la historia: nos mantiene informados, pero sin vivir en el mundo real y nos mantiene conectados, pero a la distancia.