El destino era Brasil, pero como siempre digo, no hay nada como mi propio país. Sin importar a donde debía llegar, lo que más disfruté de toda la experiencia fue el camino. Disfruté del cómodo hotel donde me encontré con un montón de turistas, de la típica comida de carretera y hasta de los imprevistos que se suscitan durante cualquier viaje.
En esta ocasión debo decir, y con bastante desconcierto, que no logro comprender cómo un país tan rico en petróleo como Venezuela, carece de combustible en casi toda su extensión. Es insólito. Ni qué hablar de las malas condiciones en la estructura vial con sus largos tramos de agujeros y desperfectos.
En esta ocasión debo decir, y con bastante desconcierto, que no logro comprender cómo un país tan rico en petróleo como Venezuela, carece de combustible en casi toda su extensión. Es insólito. Ni qué hablar de las malas condiciones en la estructura vial con sus largos tramos de agujeros y desperfectos.
Sin embargo no quiero hablar de lo malo, porque disfruté profundamente de la compañía y de los buenos momentos que sobreabundaron durante todo el trayecto. Al final hasta el destino fue bueno, lleno de personas nuevas y agradables, algunas quizás no tanto, pero aún con sus diferencias cada una de ellas le agregó sazón a toda mi experiencia. El viaje fue largo, por eso recordé lo que siempre se dice por ahí, que es más importante disfrutar del camino en vez de esperar llegar rápidamente a algún lugar. Desechar todo el camino porque sólo deseas llegar al final del mismo no vale la pena.
¡Disfruta el trayecto!