Tomar caminos diferentes y distantes el uno del otro nunca es bueno. No podemos tensar nuestra cuerda más allá de lo que puede dar. Tejer telarañas de mentiras puede parecer una buena idea al principio, pero luego nos damos cuenta de que no era una tan grandiosa idea como creíamos. Lo mismo sucede cuando alguien acude a prestamistas de dinero para saldar sus deudas, llegará por fin un día en el que no podrá pedir más, pero tampoco tendrá dinero para saldar las deudas que ha acumulado sin darse cuenta.
Ir tejiendo telarañas de mentiras e intrigas nos vuelve personas sumamente frágiles y vulnerables ante la realidad. Es como ir caminando sobre un tejado sin vigas que parece resistente, pero ese tejado en algún momento cederá. Debajo se encuentra un gran vacío, al cual es muy duro caer. Mentir o no es problema de cada quien. Todos mentimos a diario, incluso la persona que dice «yo nunca he mentido / yo no miento», en ese momento esta volviendo a mentir. De nosotros, más bien depende qué tan grandes, graves, dañinas y oscuras serán esas mentiras para los demás y para uno mismo. De nosotros depende si decir esas mentiras nos perjudicarán, o dañarán a otros.
El ser humano nació para mentir. El ser humano miente incluso desde antes de aprender a caminar o desde antes de poder hablar. Pero a lo largo de la vida el ser humano debe aprender a medir sus mentiras y a evitar dañar a otros con ellas. El gran problema es que como humanos, casi nunca aprendemos a hacerlo. Logramos finalmente entenderlo, muchas veces cuando ya es demasiado tarde.