Yo estuve mucho tiempo anhelando el don de la continencia, o mejor conocido para todos como el «mejor solo que mal acompañado». Mis razones: no quería dividir mi tiempo entre muchas cosas, quería poder dedicarme por completo a lo que más amo.
Yo creía que la continencia era algo sencillo, algo fácil que de la noche a la mañana descubres en ti y dices «Wow! Genial!».
Seguramente la historia está llena de hombres y mujeres dotados con el don de la continencia, pero no vemos —muchas veces— más allá de las palabras, de lo literal y lo aparentemente correcto. Primero, veamos que es la Continencia.
«Es la capacidad sobrenatural dada por Dios a algunos creyentes sean mujeres u hombres para refrenar sus impulsos sexuales o emocionales que les ayudan a vivir sin la necesidad de encontrar una pareja para casarse».
Claramente dice que las personas dotadas con esta capacidad tienen mayor fuerza de voluntad para esquivar los deseos de la carne y pueden vivir en equilibrio pleno sin necesidad de estar bajo matrimonio, pero ojo! Esto no significa que dichos creyentes no tengan deseos sexuales o emocionales, sino que ellos tienen la capacidad para poder vivir su vida sin la necesidad de que alguien esté a su lado como su pareja. Lo cierto es que si nos ponemos a pensar, detrás de cada uno de ellos seguramente hay océanos de lágrimas que se formaron durante días y noches enteras cuando se daban cuenta que el Señor les había llamado para algo más que formar una familia, aún cuando ellos deseaban tenerla.
Imagínate que un día le cuentas a Dios lo mucho que anhelas una familia y Él te dice «No, quiero que te dediques por completo a mi obra; no te llamo para que formes familia, sino para que cumplas con mi propósito de ganar almas por toda la tierra»... Pienso que debe ser algo bastante frustrante, pero sabes que muy a tu pesar debes cumplir con la orden de Dios para ti y esa orden es «ganar almas por toda la tierra».
Un gran ejemplo de alguien que tuvo este don fue el apóstol Pablo. Fue un hombre que después de ser llamado cumplió a tiempo completo con la misión de Dios para los hombres, sufrió calamidades, venció, pero muchos se preguntan ¿acaso Pablo iba por la vida sin sentir absolutamente nada con respecto a una mujer? Pues no es así, Pablo también lloró porque alguna vez en su vida anheló una familia. Claramente aprendió a llevarse bien con lo que Dios le había entregado, pero eso no quiere decir que no tuvo que luchar contra sus propios deseos y las ansias de tener una esposa.
Cuando empecé a pedir este don pensé que era más sencillo, pero ¡que va! Como todos los dones de Dios merece una responsabilidad en cada uno de nosotros. Y es precisamente Dios quien los reparte como desea, no se puede pedir, Él lo entrega a quien quiere.